Reflexiones breves para pensar, sentir y comunicar

 

¿Somos violentos por naturaleza? (primera parte)

La sorprendente respuesta es sí y no. Hace unos días cayó en mi mano un artículo de Bob Wentworth, un formador de Comunicación NoViolenta norteamericano. En él hablaba del trabajo de investigación de Robert Sapolsky, un científico (neuroendocrinólogo) y escritor estadounidense, profesor de ciencias biológicas y de neurología en la Universidad de Stanford e investigador asociado en el Museo Nacional de Kenia.

Sapolsky pasó 20 años estudiando primates babuinos. Después de 10 años de investigación concluyó que no le gustaban mucho estos monos. A pesar de haber invertido años estudiándolos, Sapolsky sentía cierto rechazo hacia los babuinos por sus comportamientos de dominación, agresividad y abuso.

Su trabajo se enfocó en una manada de babuinos en Keekorok, Kenia. Estos babuinos vivían en una sociedad marcadamente jerárquica. Los machos dominantes gozaban de muchos privilegios y fácilmente sometían a otros machos menos dominantes, hembras y miembros jóvenes.

Si tenían un “mal día” porque habían perdido una pelea o por cualquier otra razón, los machos se desquitaban con los más débiles acosándolos y agrediéndolos. Lo mismo hacían cuando sentían amenazados sus privilegios. Sus privilegios consistían primordialmente en poder elegir las hembras que ellos deseaban, cuantas más mejor, comer hasta hartarse sin tener en cuenta a los demas, y ser atendidos (despiojados, peinados, etc.) por machos sumisos y hembras.

Sapolsky descubrió, para su sorpresa, que los niveles de hormonas del estrés en los machos dominantes eran bastante bajo, mientras los niveles de estas hormonas en el resto de la manada eran bastante altos, con todos los riesgos que esto supone: tensión arterial alta, enfermedades coronarias y riesgo de muerte prematura.

Un día sucedió algo dramático. Un gran número de machos alfa de esta manada encontró comida en un campamento de turistas y se hartaron de ella. Desafortunadamente esta comida estaba contaminada por tuberculosis. Murieron prácticamente todos. Sapolsky estaba devastado; tantos años de investigación tirados por la borda.

Después descubrió algo que cambiaría el rumbo de su trabajo y que abriría un nuevo campo de investigación, algo que arrojaría más luz sobre la naturaleza de los babuinos, y sobre nuestra naturaleza como seres humanos. Algo que, por un lado, nos abre a la esperanza de que un mundo mejor es posible y que, por otro lado, nos coloca ante un reto: ¿seremos capaces de evolucionar hacia un estado superior de consciencia que nos permitirá no solo ser más pacíficos y tener menos estrés en nuestra vida, sino florecer como una civilización más avanzada en el terreno de las relaciones humanas, el respeto, la colaboración y el bien común?

Parte de la respuesta está en lo que Saplosky descubrió con los babuinos de Keekorok. Te lo cuento en la siguiente publicación.

 

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