Reflexiones breves para pensar, sentir y comunicar

Foto de Lina Trochez en Unsplash

 

Hace unos días durante una formación de Comunicación NoViolenta, una de las personas que estaban en la sesión dijo, “Lo que yo necesito es aprender comunicación violenta”.  

Le pregunté por qué y contestó: “Porque hay momentos en los que es necesario decir basta. A veces lo hago, pero después me siento culpable.”

Una de las cosas que más valoro de la Comunicación NoViolenta es la importancia que se le da a nuestras necesidades humanas universales como respeto, consideración, empatía, comprensión, escucha, cuidado, etc. Todo lo que hacemos y decimos, y todas las decisiones que tomamos surgen de nuestras necesidades. También nuestros estados de ánimo. Así que no es un tema baladí.

En la práctica de la CNV no solo aprendemos a identificar nuestras necesidades sino también a legitimarlas. Me encanta la palabra legitimar.

En nuestro desarrollo, tanto en casa como en el colegio y en otros entornos, cuando expresábamos enfado o molestia por algo, que es una manera de poner un límite, a menudo recibíamos mensajes del tipo, “Cállate, tú qué sabrás”, “No tengo tiempo para escuchar tonterías”, “Calladito estás más guapo”, “Las niñas bonitas no se enfadan”, “Arréglatelas como puedas”, “Eres un egoísta”, “Me vas a matar de un disgusto”, etc.

También podía pasar que nuestros padres o cuidadores estaban tan estresados que intuíamos que expresar nuestros sentimientos y necesidades añadiría estrés a su vida así que aprendimos a callarnos.

Esto es tan doloroso que el sistema nervioso se colapsa y se desconecta de lo que pasa dentro de nosotros a nivel existencial. Esta desconexión es un mecanismo de defensa que en su día nos ayudó a sobrevivir pero que ahora nos hace un flaco servicio. Nos desensibilizamos y aprendemos a pasar por encima de nuestras necesidades y no reconocerlas. Y mucho menos a legitimarlas. Lo que nos pasa, pensamos, no es importante. Esto es muy doloroso.

Así que aprendemos a callar y tragarnos nuestro malestar.

Aprendemos que al expresarnos corremos el riesgo de vivir rechazo, incomprensión, exclusión, indiferencia o algún tipo de castigo.

Aprendemos a que expresarnos y poner límites significa ser malos, egoístas, insensibles, etc. De estos juicios surge la culpabilidad. ¡Nos sentimos culpables por expresar nuestros sentimientos y necesidades!

Poner límites es una práctica de autocuidado. Podemos aprender a hacerlo de manera no violenta pero sí firme. Si los ponemos etiquetando al otro de malo, irrespetuoso, insensible, etc. sí estamos siendo violentos.

Pero si nos expresamos y ponemos límites sin ataque y con la consciencia de que al hacerlo estamos cuidando de alguna de nuestras necesidades, y que esas necesidades SON LEGÍTIMAS, no estamos siendo violentos sino todo lo contrario. Estamos cuidándonos y cuidando de la relación.

Nuestros sentimientos y necesidades son legítimos y si alguien no está dispuesto a escucharlos no tiene que ver con nosotros sino con su propia limitación, con su propia miopía emocional, con su condicionamiento.

La foto de portada es de Artyom Kabajev en Unsplash

Recuerda: La calidad de tu vida depende de la calidad de tus relaciones. La calidad de tus relaciones depende de la calidad de tu comunicación.