Reflexiones breves para pensar, sentir y comunicar

 

Me desperté el jueves 24 de febrero y lo primero que hice fue ver las noticias porque quería saber qué estaba pasando en Ucrania. Leí que Rusia había empezado a atacar a Ucrania.

Sentí una gran tristeza imaginándome el sufrimiento e impotencia de las personas que estaban viviendo esto en primera línea.

Después sentí rabia y la dirigí hacia Putin y los rusos. Sentí indignación también y conecté con algo que nunca había sentido: ganas de combatir en nombre de la justicia y la libertad.

Después algo pasó por mi mente a velocidad vertiginosa, algo sobre lo que apenas pude llevar consciencia de manera superficial y parcial. Algo que surgía del subconsciente brevemente y que volvió a ese mismo lugar después de unas décimas de segundo.

A partir de ahí sentí solo desolación.

La desolación era tal que no podía ni siquiera concentrarme en mi trabajo. Estaba bloqueado y dentro de mí vivía un caos emocional que no me permitía hacer lo que quería ni ver claramente lo que me estaba pasando. Se empezó a adueñar de mí la depresión.

En los últimos años he aprendido a estar conmigo y quedarme en la incomodidad de mi experiencia y mi desorden emocional para mirar dentro de mí y ver lo que pasa desde aquello que se conoce como el testigo interno; esa parte dentro de nosotros que nos permite separarnos de nuestra emocionalidad sin disociarnos de ella.

Pude reconocer que dentro de mí se estaban dando por lo menos cuatro procesos separados y diferenciados.

En primer lugar, estaba la tristeza y preocupación por las personas que estaban viviendo esta situación y lo que imaginaba que estarían pasando. Sentí mucha empatía y nacieron en mí ganas de contribuir de alguna manera, aun sin saber cómo. Me percaté también de un duelo creciente dentro de mí con respecto a su situación y mi impotencia.

También había mucha tristeza y decepción con respecto a nosotros seres humanos por nuestra incapacidad de gestionar nuestros conflictos de manera pacífica, cosa que sé que es posible. Había otro duelo grande, diferenciado del anterior, pero muy activo; un lamentar profundo relacionado a esta limitación tan grande del ser humano para dejar de ver enemigos en aquellos que no piensan como nosotros o que hacen cosas con las que no estamos de acuerdo.

Asimismo, había miedo y preocupación por las repercusiones que esta guerra pudiera tener a nivel más global y cómo nos impactaría a todos; temí por nuestra seguridad.

Finalmente, me percaté de aquello que pasó ante mis ojos de manera vertiginosa, emergiendo de mi subconsciente y volviendo a él pasando casi inadvertido: lo que esta situación significaba para mí a nivel más personal e íntimo.

Al centrar mi atención de manera más enfocada en aquello que estaba por debajo de ese velo fino que divide lo consciente de lo subconsciente, pude ver cómo esta amenaza despertaba en mí memorias profundas y subconscientes que se manifiestan en forma de creencias nucleares y esenciales, lo que se conoce en inglés como core beliefs, sobre lo que soy, lo que es la vida, lo que son las relaciones, lo que es el ser humano, el mundo, la existencia, el sentido de la vida y la espiritualidad.

Es en este último espacio recóndito de mi experiencia que me di cuenta de que este es el lugar donde puedo tener una mayor injerencia con respecto a mi estado de ánimo. Es aquí, en el reino de los significados, donde puedo encontrar los recursos para mantenerme presente y con el corazón abierto ante lo que está pasando. Es aquí donde puedo encontrar el sosiego y la claridad necesarios para no caer, ni en el adormecimiento y la insensibilidad, ni en una experiencia de abatimiento, desesperanza e impotencia paralizantes. Es aquí donde puedo encontrar espacio para una experiencia de compasión que abarca a todo y todos.

Una vez más constato que la base de mi estado emocional está, en gran parte, en el significado que atribuyo a lo que pasa; significado que surge del recuerdo doloroso de necesidades no cubiertas en el pasado: un pasado distante de experiencias que se almacenan en mi sistema nervioso en forma de recuerdos olvidados de la infancia, recluidos en mi inconsciente. Incluso en este sistema nervioso mío están quizá memorias heredadas de las experiencias dolorosas de nuestros ancestros; o información procedente del inconsciente colectivo de la misma humanidad.

El significado que proyecto sobre la realidad y la intensidad de reactividad emocional que se despierta internamente en mí depende del nivel de integración que he podido alcanzar con respecto a mi historia, creencias y heridas, y con relación a lo que pienso sobre el mundo, la vida, las relaciones, y la esencia del ser humano y la espiritualidad; y del nivel de integración y sanación con relación a mi trauma personal y nuestro trauma colectivo. Es esto lo que más limita mi mirada, y lo que más puede ampliarla, en la medida que se puede dar esta integración dentro de mí.

Cuanto más integrado esté, más presencia y claridad tendré para atender los otros aspectos de mi experiencia:

  • Con respecto a mi contribución para apoyar a las personas en Ucrania puedo escribir cartas a los gobiernos, firmar peticiones o hacer donaciones, por ejemplo.
  • Sobre mi decepción en lo que respecta a nosotros seres humanos y nuestra incapacidad de resolver conflictos de manera pacífica puedo redoblar mi compromiso en mi trabajo personal en la no violencia a través de mi práctica de la Comunicación NoViolenta en mi vida, y de mi labor como transmisor de sus principios.
  • En lo que toca al riesgo de las repercusiones que esta guerra pueda tener directamente en nosotros, puedo mantenerme atento para ver si necesito tomar decisiones con respecto a mi auto cuidado, al cuidado de las personas próximas o al cuidado de la comunidad más amplia.
  • Y en cuanto a esa área de mi vida donde se alojan los significados que atribuyo a lo que pasa, puedo seguir trabajando en descubrir aquellos que me llevan a la reactividad, la separación y la desintegración, permitiendo manifestar dentro de mí una mirada más amplia con respecto a mis creencias y paradigmas, y desarrollando mi capacidad de sostener la incomodidad de mi experiencia para poder ver lo que sucede en mi interior y así responsabilizarme de ello. Sin este trabajo proyectaré lo no integrado en el mundo en un intento de liberarme de mi dolor y trauma y, de esa manera, eludiendo la toma de responsabilidad por lo que percibo, lo que nublará mi visión y me restará presencia y consciencia de mi poder para estar delante de lo que es con mayor capacidad, recursos, resiliencia, libertad, esperanza y compasión hacia todos y todo, y hacia mí mismo.

Solo tendiendo todo esto en cuenta he visto que puedo estar ante lo que está pasando con presencia y serenidad, con el corazón abierto, y sin caer ni en indiferencia, ni en impotencia o desesperanza paralizante, abriéndome, incluso, a la alegría, el juego, la ligereza y el gozo de vivir, aun en estos momentos tan trágicos.

“La herida es aquel lugar por donde la luz entra en ti” Rumi

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